Desde cuando era pequeña me percaté que la buena memoria no era uno de mis puntos fuertes. Y no crean que no me he esforzado; sí, he buscado diversos métodos mnemotécnicos para guardar en mi archivo definitivo hechos, datos, fechas, nombres, teléfonos; pero todo artificio ha sido inútil. Todos los demás tienen que a menudo recordarme sucesos que, ni por asomo, me parece haberlos vivido, y, aunque no lo crean, me regocijo abiertamente con las anécdotas propias, contadas por los otros y las otras.
He pensado y repensado acerca de cómo obligarme a recordar, y creo que ¡al fin! encontré una buena, interesante y motivadora manera: una bitácora para anudar mis recuerdos.
Así que, con el mejor de los impulsos, me lanzo a las profundidades. Veremos qué peces rescato.
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