martes, 12 de agosto de 2008

¿Intrusión indebida?

Fueron las queridas que me comentaban: "supe esto, supe aquello..."
y yo curiosa
-¿Hablaste?
-No, leí en su blog
-Ahhh, ya…

y yo pensé: si tiene un blog público y muchas lo leen, ¿por qué no yo?

Me dijeron el nombre, entonces te encontré y te he leído con placer. A veces con una mezcla de risa y llanto, pero nunca juzgándote.

No fue mi intención invadir tu privacidad, ni cortar tu expresividad, ni fisgonear en tus recónditos secretos; solo entenderte más, estar más cerca, conocerte mejor.

Tus palabras me han emocionado, me han arrancado lágrimas; me he reído y he disfrutado con ellas. Han sido para mí una grata compañía. Ni me han molestado ni me han incomodado; sí me han dado en qué pensar, me han hecho reflexionar.

Te he encontrado fresca, segura de ti misma, sincera, inteligente, graciosa, humana, y me ha dado mucho gusto leerte. No solo eso, me has contagiado de tus ganas de escribir. Porque la comunicación es de ida y vuelta, ¿no? y no quiero que ninguna de las dos sienta que quedaron cosas que hubiéramos querido decirnos y la otra ya no las oyó.

¿Crees acaso que lo que has vivido, sufrido o gozado es muy diferente de lo mío? Somos madres las dos y seguramente sentimos lo mismo. Una inmensa afinidad con quien hemos disfrutado de nueve meses de identificación total. Eso nos da la capacidad de conocernos la una a la otra más allá de cualquier apariencia.

Nada me asusta, nada me extraña, nada de lo que has dicho me incomoda o me asombra. Sé tu misma, olvídate de mí cuando escribas. Estás en este mundo para vivir a tu manera y no seré yo quien te coarte en lo absoluto.

Mi decisión es respetar tus espacios, por eso no comento, y si te sientes incómoda puedo hasta dejar de leerte.

Un estrecho abrazo, mi querida.

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A romper murallas

Esta bitácora es un intento de derribar mis murallas, de no parapetarme tanto, de no protegerme con uñas y dientes, Escribo para mí misma, para procesar mis pensamientos, para ordenarlos, para guardarlos, para recordarlos; pero también me desnudo para quien quiera leerlos. Y me tranquilizo pensando que en el inmenso ciberespacio nadie me encontrará; y los que me encuentren seguramente serán los que me conocen lo suficiente y para quienes estas palabras solo serán una confesión de parte.

Al fin y al cabo soy una ciudadana común y silvestre ¿Qué podría contar yo de novedoso o extraño que no haya sido dicho en repetidas ocasiones, y por voces más autorizadas que la mía?

Así es que me decido a usar este espacio a mi antojo, que suficientes tapujos me he puesto ya en la vida.

Marcando huellas

Nos enseñan a leer, a escribir, a conducir, a cocinar; a casi cualquier cosa que se nos ocurra; pero nadie nos enseña a ser madre o padre. Esto lo aprendemos solos, a lo largo de la vida, en un continuo ir y venir de aciertos y desatinos.

Aprendemos contrastando lo que hicieron con nosotros, mirando a los demás y eligiendo lo que nos parece mejor, leyendo todo lo que podemos sobre el tema, conversando, preguntando, reflexionando, probando y probando en un interminable reajuste de conceptos, y seguro que cometemos muchos errores.

Ahora miro hacia atrás y me ruborizo por todo lo que hice mal.

Ayyy, si pudiera volver sobre mis pasos... Sería más flexible, menos exigente, más tolerante, menos impositiva, más suave, menos violenta, más cómplice. Pero ¿habría sido eso posible??? Tal vez no. Voy puliéndome, como las piedras del río, con años de lijarme entre piedras y arena, y ahora soy como soy; antes era como podía. Pero qué vamos a hacer; está hecho. Solamente nos queda enmendar los entuertos como se pueda.

Y, no es fácil. Cada error deja un profundo rastro y marca para siempre, o hasta que cada una decide tomar las riendas de la propia vida y enderezarla como pueda.

Cómo quisiera que fuéramos como dunas en las que las huellas quedan solo hasta que una fuerte brisa las borra. Pero, habría un grave problema… se borrarían las buenas y las malas, ¿no?

Solo espero que abunden huellas de las buenas; de las que nos hacen más solidarios, más honestos, más sensibles, más respetuosos, más tolerantes, más humanos. Que en el balance definitivo quede un saldo a favor.

Y me consuelo a mí misma; sí, veo al fruto de mis amores y me pongo como una pava real, inflada del puro orgullo. Claro que en chiquis pienso y me pregunto ¿cuánto es por mí y cuánto a pesar de mí?

Queridas mías, las abrazo con enorme ternura, beso sus heridas, y tengo la firme esperanza de que la vida me dará la oportunidad de ayudarles a sanar.


lunes, 11 de agosto de 2008

Nido vacío

Yo quería que mi bitácora se llamara nido vacío, pero claro el nombre fue rechazado a causa de la í; entonces me decidí por nido desierto; y, claro, este cambio de nombre me puso a pensar en la diferencia entre los dos. Y, ¡me ratifico! debería llamarse vacío.

Hace un mes levantó el vuelo la segunda de mis polluelas, hace tres días la primera. Y estos vuelos han cambiado mi vida.

Menos mal que el de la segunda es solo un reconocimiento del mundo. Ella volará lejos por tres meses y retornará al calor del sur. Sus alas se habrán tornado más fuertes, sus ojos habrán descubierto nuevos colores y miles de matices enriquecerán su mirada. Regresará renovada por la experiencia.

El vuelo de la primera cruzó el océano y durará mucho, mucho más tiempo. Se fue ligera de equipaje, como conviene cuando una no tiene fecha de regreso. Nada quedó pendiente en estos lares y podrá empezar una nueva vida liviana y sin peso muerto.

Durante el último mes nos acompañamos la una a la otra a todo lado, como no lo habíamos hecho en mucho tiempo. Disfruté cada momento de su compañía.

¡Que la brisa sea ligera y cálida! ¡Que el vuelo sea placentero!

Escribí lo anterior hace un mes y medio.

Muñeca de trapo

Mi mamá es una mujer con talentos especiales. Cuando éramos niñas hacía milagros con sus manos. Estoy segura de que una buena parte de su habilidad nació de la necesidad de transformar vestidos viejos de las primeras hijas en faldas nuevas para las restantes.

De los retazos nos confeccionaba hermosas muñecas de trapo. Me encantaban las muñecas de trapo; cada una tenía una personalidad definida. Las había alegres y tristes; flacas y robustas; morenas, blancas, amarillas y negras; jóvenes y otras no tan jóvenes. Todo un colorido universo multiétnico.

Muchos años más tarde una muy querida hermana tejió una preciosa muñeca para mi cumpleaños.

Yo nunca hice muñecas de trapo para mis hijas. Se las debo... Y eso que tengo bastantes retazos.

sábado, 9 de agosto de 2008

Origami y otras flexias

Es increíble, no tengo trabajo desde hace dos meses y, en otras circunstancias, eso hubiera sido un motivo de una gran depresión, pero siento que he aprovechado mi tiempo muy bien.

Ahora les cuento...

Bienvenido origami. Cuando éramos pequeños mi mamá nos hacía pequeñas grullas voladoras de papel, pero ahora
he redescubierto el placer del origami y estoy aprendiendo cada día figuras nuevas. Cada día busco en internet nuevos enlaces y trato de reproducir los modelos. Hay algunos que logro hacer fácilmente, muchos me cuestan tiempo y esfuerzo, algunos todavía no están a mi alcance, pero poco a poco voy introduciéndome en el maravilloso terreno de la papiroflexia. A fines de agosto participaré en Origami en la Mitad del Mundo; vamos a ver cómo me va.
Es que estoy preocupada por mi falta de concentración, mi incapacidad para recordar, mis dificultades para memorizar, los dolores en las articulaciones. Pero, he decidido gozar de una buena vejez; quiero compartir con los míos placenteramente la vida; y para eso es conveniente mejorar la salud física, emocional y mental. Entonces, estoy buscando actividades que pongan en movimiento mis neuronas, mis huesos, mis músculos, mi yo entera.
Empecé esta bitácora y estoy segura de que fue una excelente decisión. Escribir me ayudará a poner en orden mis ideas, a procesar mis preocupaciones y a recordar y revivir los buenos momentos.
Estoy mejorando mis conocimientos de computación e internet. Me horroriza ser un nuevo tipo de analfabeta. Me he propuesto aprender cada día algo nuevo sobre el tema y lo estoy consiguiendo.
He podido disfrutar más tiempo con mi mamá, hermanos y hermanas. A veces por exceso de trabajo o por escasez de interés no nos damos tiempo para compartir. Somos una gran tribu y, menos mal, todavía nos gusta estar juntos.
La semana pasada pude estar con mi hermano menor y mis dos sobrinos menores en Río Verde. Fue una buena semana. Compartimos buenos momentos, conversación, confidencias, playa, mar, juegos; en fin, estoy segura de que se fortalecieron y profundizaron nuestros afectos.
Estoy de profesora de mi amiga C. Le estoy enseñando a leer, escribir, sumar, restar; en fin, el límite será su propio interés y paciencia. Me encanta enseñar y trabajar con adultos siempre me ha proporcionado mucha satisfacción. Tengo mucha ilusión por el progreso de mi amiga. Sé que esto cambiará su vida y estoy muy contenta de participar en ello.
Hago gimnasia todos los días. Por fin he regularizado mi participación en el grupo del parque. Todos los días camino y hago gimnasia. He conocido a muy buenas amigas y ahora compartimos mucho más que el ejercicio físico. He vivido durante más de 15 años en este barrio y puedo decir que recién estoy conociendo a las vecinas. Es increíble cómo el tráfago de la ciudad nos aísla en medio de la multitud.
En fin, hay algunas cositas más, pero ya se las iré contando. Estoy contenta con mi vida de
ocupada sin trabajo remunerado.

El placer del primer cuento

Estoy enseñando a leer a mi amiga C. Ella tiene 48 años, 2 hijas, 2 hijos y 9 nietos. El segundo de sus nietos vive con ella, tiene 8 años y empieza el cuarto año de básica. Y ya saben ustedes cómo es la escuela: el niño necesita ayuda, explicaciones, correcciones de las tareas y nadie puede ayudarle. Entonces, C se ha propuesto aprender para enseñar a su nieto. Cuánto puede hacer el amor a un niño. Sé que fue muy difícil para ella aceptar que es prácticamente analfabeta; pero ahora tiene la motivación necesaria y una firme decisión de aprender.

Empezamos hace dos días solamente y ella dedica una hora de su tiempo después de su duro trabajo a la tarea. Hoy vino más temprano que nunca a limpiar el Edificio, y después, sudorosa y cansada, estaba lista para el aprendizaje.

Mientras escribo esto, ella está a mi lado leyendo el primer cuento de su vida: El patito feo. Le tomó 15 minutos leer la primera página. La segunda página fue una tarea más dura, sus ojos están irritados y la noto cansada. Seguramente necesita lentes de lectura. Tomamos una pausa antes de continuar.

Me hubiera encantado tener una cámara fotográfica para captar la emoción de su rostro cuando me contaba una parte de la historia. Me siento muy especial por tener el placer de compartir el milagro de la transformación de los rasgos escritos en ideas, imágenes, sensaciones, emociones. Casi nunca pensamos en la maravilla que significa desentrañar las palabras.

lunes, 4 de agosto de 2008

La pequeña Lulú

Cuando éramos niñas, mi papá insistía, una y otra vez, en que leyéramos buena literatura. No leíamos comics porque él juzgaba que eran una pérdida de tiempo. A mí me encantaban las revistas, pero como no podíamos comprarlas ni alquilarlas, tenía que leer, a escondidas, las que mis amigas de escuela tenían. Mi vecina era la encargada de proporcionármelas; pero le gustaban las más aburridas: La pequeña Lulú, Susy y Vidas Ejemplares... que eran desastrosas. Creo que gracias al mal gusto de mi amiga, opté por lecturas más interesantes.

En busca del tiempo perdido

Desde cuando era pequeña me percaté que la buena memoria no era uno de mis puntos fuertes. Y no crean que no me he esforzado; sí, he buscado diversos métodos mnemotécnicos para guardar en mi archivo definitivo hechos, datos, fechas, nombres, teléfonos; pero todo artificio ha sido inútil. Todos los demás tienen que a menudo recordarme sucesos que, ni por asomo, me parece haberlos vivido, y, aunque no lo crean, me regocijo abiertamente con las anécdotas propias, contadas por los otros y las otras.
He pensado y repensado acerca de cómo obligarme a recordar, y creo que ¡al fin! encontré una buena, interesante y motivadora manera: una bitácora para anudar mis recuerdos.
Así que, con el mejor de los impulsos, me lanzo a las profundidades. Veremos qué peces rescato.