Fueron las queridas que me comentaban: "supe esto, supe aquello..."
y yo curiosa
-¿Hablaste?
-No, leí en su blog
-Ahhh, ya…
Me dijeron el nombre, entonces te encontré y te he leído con placer. A veces con una mezcla de risa y llanto, pero nunca juzgándote.
No fue mi intención invadir tu privacidad, ni cortar tu expresividad, ni fisgonear en tus recónditos secretos; solo entenderte más, estar más cerca, conocerte mejor.
Tus palabras me han emocionado, me han arrancado lágrimas; me he reído y he disfrutado con ellas. Han sido para mí una grata compañía. Ni me han molestado ni me han incomodado; sí me han dado en qué pensar, me han hecho reflexionar.
Te he encontrado fresca, segura de ti misma, sincera, inteligente, graciosa, humana, y me ha dado mucho gusto leerte. No solo eso, me has contagiado de tus ganas de escribir. Porque la comunicación es de ida y vuelta, ¿no? y no quiero que ninguna de las dos sienta que quedaron cosas que hubiéramos querido decirnos y la otra ya no las oyó.
¿Crees acaso que lo que has vivido, sufrido o gozado es muy diferente de lo mío? Somos madres las dos y seguramente sentimos lo mismo. Una inmensa afinidad con quien hemos disfrutado de nueve meses de identificación total. Eso nos da la capacidad de conocernos la una a la otra más allá de cualquier apariencia.
Nada me asusta, nada me extraña, nada de lo que has dicho me incomoda o me asombra. Sé tu misma, olvídate de mí cuando escribas. Estás en este mundo para vivir a tu manera y no seré yo quien te coarte en lo absoluto.
Mi decisión es respetar tus espacios, por eso no comento, y si te sientes incómoda puedo hasta dejar de leerte.
Un estrecho abrazo, mi querida.
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